LOS SACRIFICIOS 2 - ALIENTO DE CENIZA

Los pasos resonaban en la oscuridad apenas iluminada por la pequeña llama que titilaba en la lámpara de latón que sujetaba la joven exploradora. La chica estaba entusiasmada a pesar de saber hacia donde se dirigía. Junto a ella caminaban dos Sacrificios, que la seguían silenciosamente mientras se adentraban en los túneles que su tribu había excavado. Tanto la mujer de cabellos claros y rostro cubierto por profundas arrugas y quemaduras, como el corpulento hombre que iba siempre frente a ella en actitud protectora, no habían pronunciado palabra desde que emprendieron el viaje. Sus armas y armaduras eran gloriosas, muy distintas a las que ella portaba. Eran una visión magnífica que impregnaban su alma de esperanza.
Los muros entre los que caminaban estaban marcados por las herramientas de los obreros cómo única prueba del duro trabajo que realizaron creando aquellos caminos en la dura piedra. Volvió a echar la mirada atrás por enésima vez, hinchando el pecho de orgullo por ser la guía de tan distinguida compañía.
Ella había sido elegida personalmente entre todo su clan para dirigir a aquellos héroes. Al fin los ancianos se habían dado cuenta de su valía. Por fin sus méritos se veían recompensados, y sus agravios pasados olvidados. Aquellos que insultaban su nombre comprenderían su error, y desde ahora se dirigirían a ella con respeto.

Los Sacrificios aparecieron en el asentamiento de su tribu hacía apenas dos extinciones y, como manda la tradición, fueron recibidos con honores. Se les alimentó y se les ofreció la ayuda del herrero para templar y reparar sus preciadas armas. Los Hijos del Fuego prendieron las piras y antorchas de todo el asentamiento en su honor, y la luz brilló con fuerza, sin miedo a que lo que mora la Oscuridad los viese, sabiendo que ellos estaban allí. Los suyos pudieron disfrutar de la paz que se les proporcionaba, después de las penurias sufridas en las últimas jornadas. 
La última etapa de su estancia la pasaron en la caverna de la luz, junto a los sabios ancianos al amparo de la sagrada Llama Eterna de su tribu. Cuando volvieron a salir, los ancianos acudieron a su clan, compuesto por guerreros y exploradores, y anunciaron a todos que ella les guiaría hacia el Cementerio de Espinas. Ella, entre grandes hombres y mujeres con nombres gloriosos. Ella, entre todos aquellos que la habían humillado y rechazado. Fue el momento más importante de su vida, no había mayor orgullo que servir a la sagrada misión de uno de ellos. Era la oportunidad perfecta de recuperar el lugar que le pertenecía entre sus iguales. Su nombre sería recordado en los ecos del mundo, honrado como una heroína entre simples humanos.
La Oscuridad que Susurra le sonreía después de tantas miserias. 
Lo que Ella quita, Ella otorga, como dicen los cánticos de los Hijos del Fuego.

Llevaban mucho tiempo caminando, ascendiendo lentamente en el submundo, y cada vez sentía con más intensidad la presencia de la Oscuridad en los túneles. No sabía cuánto tiempo llevaban así, sin la vela del tiempo calcular las extinciones pasadas era inútil. El sueño era su única guía para esto, y aún así no le serviría. Los Sacrificios la habían llevado más allá de su límite, caminando sin parar a pesar de que el sueño convertía su cuerpo en una pesada roca que tan solo deseaba dejarse caer.
Pero el sueño, el hambre y la sed eran problemas a los que estaba acostumbrada. Había peligros aún mayores, amenazas insidiosas contra las que ella no podía hacer nada. Notaba una presión cada vez más intensa en el pecho, y un dolor de cabeza agudo y penetrante iba en aumento, como si una araña caminara dentro de su cráneo haciendo resonar el caminar de sus muchas patas, extendiendo su telaraña y comprimiéndole el cerebro más y más a cada paso.
Se arrepentía de no haber llevado su lámpara a los Hijos del Fuego para que la bendijeran, pero los Sacrificios deseaban partir de inmediato y solo pudo coger lo indispensable para un viaje como aquel: armas, agua y la imprescindible lámpara. Tal vez también debería haber cogido más agua. Racionarla comenzaba a ser un problema.
Por suerte ya no estaban lejos del Cementerio de Espinas, aunque la idea de volver a verlo no le gustaba demasiado, pero correr riesgos era el único camino a la salvación. Era algo que aprendió cuando solo era una cría que no había visto la oscuridad.
El Cementerio de Espinas... Su tribu había dejado aquel lugar maldito atrás, perdiendo a muchos durante la travesía. Aún recordaba con vergonzoso pavor la imagen de uno de los exploradores que no regresó a la caravana durante el viaje, para después encontrárselo varias extinciones después ensartado en las afiladas agujas de piedra, convertido en un nido de gusanos carnívoros que lo devoraban desde el interior mientras sus huevos eclosionaban en su vientre. Por suerte pudieron quemar su cuerpo, y tal vez salvaron su alma de ser consumida en la profunda y pérfida Oscuridad.

Y hacia allá iba de nuevo, esta vez por voluntad propia. Finalmente, el túnel se abrió a una gigantesca caverna cuyo techo se perdía en la penumbra, insinuando así su mastodóntico tamaño. Se pasó el dorso de la mano por la base de la nariz al notarla húmeda, descubriendo así que estaba sangrando por ésta. La Oscuridad estaba afectándola, era intensa en esa estancia, a pesar de que la Llama Eterna de su tribu pasó hacía poco tiempo por ese maldito lugar.
El Cementerio de Espinas se extendía frente a ellos, como un bosque de afiladas agujas que crecían por doquier, cruzándose unas con otras como una trampa mortal deseosa de víctimas de las que nutrirse. El camino que habían abierto los obreros de su tribu a través de ese infierno cortante era apenas visible entre la penumbra, un sendero libre de aquellas mortales agujas que, por alguna obra incomprensible de la naturaleza de la oscuridad, estaba comenzando a recomponerse...
Miró de nuevo a los Sacrificios que caminaban en silencio a su espalda, preguntándose no por primera vez si siempre viajaban en aquel incómodo silencio sepulcral.

- Ya hemos llegado - les anunció.

La Sacrificio asintió, dando un paso atrás mientras su compañero se acercaba a la chiquilla, a la vez que desenvainaba su espada. La joven exploradora asintió y echó mano a su lanza, preparándose para los muchos peligros que un sitio como ese podría arrojar contra ellos. Alzando su lámpara para iluminar mejor el camino y decidida a emprender la marcha, se adentró en la diabólica caverna. Solo dio tres pasos cuando sintió un frío aguijonazo en la espalda. Maldiciéndose a sí misma por cortarse con una de las espinas del cementerio apenas al iniciar el camino en una misión tan importante, se quedó paralizada al vislumbrar la punta de una espada sobresalir por su pecho desgarrando su peto de cuero curtido. La hoja del arma estaba cubierta de sangre, ¿sería suya? Trató de prevenir a los Sacrificios del peligro, pero las palabras fueron ahogadas por la sangre que manaba por su boca y murieron antes de ser pronunciadas. 
La lámpara cayó al suelo mientras sus piernas perdían fuerza y su sonido metálico resonó entre las rocas de la caverna. El peso de su cuerpo la arrastró hasta caer de bruces de forma brusca, como un murciélago al que le cortan las alas. Sintió las punzadas de las decenas de diminutas agujas que cubrían el suelo atravesar su piel, pero no le importó. 
"Les he fallado a todos", se lamentaba. Su tribu se avergonzaría de su nombre, sería olvidada en la Oscuridad. Había desperdiciado la oportunidad de ayudar a los suyos a encontrar el Corazón del Mundo. Había fallado a los Sacrificios. Se había fallado a sí misma tras una oportunidad como aquella para limpiar su nombre. Tal vez tenían razón y estaba maldita, condenada por haber nacido fuera del calor del fuego. ¿Su maldición había condenados a los Sacrificios a perderse en aquel lugar? Nuevamente había fallado a todos...
Mientras las lágrimas de vergüenza se deslizaban por sus sucias mejillas, vio como la pequeña llama de la lámpara parpadeaba y perdía intensidad. El mundo se apagó frente a ella.
Al final, solo quedó oscuridad.

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El corpulento Sacrificio arrancó la hoja del arma del cuerpo de la pobre desgraciada que yacía sin vida frente a él, limpiándola mientras su compañera se agachaba y la giraba.

- Lo siento - susurró la mujer mientras limpiaba las lágrimas del rostro del cadáver y cerraba sus ojos.

- No te preocupes por ella, su muerte será más valiosa que su vida. Ya oíste a los ancianos, era una vergüenza. Nació en la oscuridad, y ahora vuelve a ella - el enorme hombre escupió al suelo, junto al cadáver, mirando con desconfianza hacia el extraño lugar que los aguardaba entre las danzantes sombras generadas por la llama de la lámpara-. ¿Crees que está aquí?

La mujer cogió en brazos el cuerpo de la exploradora cargándola sobre sus hombros, posándola en la capa de piel con la que cubría su torso. Su cabello rubio se oscureció con la sangre que aún manaba del cadáver.

- ¿No notas su presencia? Se nota que eres una simple Ascua - sonrió ella mientras pronunciaba aquellas palabras teñidas de burla. Amplió su sonrisa al ver el gesto molesto que le dedicaba su compañero -. Está aquí. Ha debido seguir el calor de la Llama Eterna de aquella tribu. No tardará en aparecer, es una polilla en busca de nuestra Luz.

El hombre recogió la lámpara de la chica, mirando la casi extinta llama que palidecía en la vela. Aún podía iluminar durante un buen tiempo si se la alimentaba. La acercó a su rostro y exhaló su aliento sobre ella, encendiéndola. La nueva llama era limpia y pura, muy distinta a la que antes ardió, e iluminaba todo con una luz radiante e intensa.

- Prefiero ir a buscar a la polilla - con la lámpara en una mano y la espada en la otra comenzó a abrirse paso entre los aguijones que se alzaban hacia el cielo -. Cuánto antes terminemos, antes podremos retomar nuestro verdadero deber.

La mujer seguía sus pasos, mirándolo con una mezcla de envidia y dolor. Su compañero no mostraba miedo, y su valor haría palidecer a cualquiera. Pero tampoco mostraba respeto. Era su primera vida, necesitaba sufrir el dolor de la muerte para entender mejor el mundo al que se enfrentaba. Con el tiempo, dejaría de creer con tanto fervor en su "sagrada misión", y comenzaría a cuestionárselo todo. Todo...

- ¿Seguro que podrás solo? - preguntó ella limpiándose la sangre que caía sobre su cara y se deslizaba hacia los ojos -. Recuerda que solo debes ganar tiempo mientras realizo el ritual.

- Ese idiota ha dejado que la Oscuridad tome su cuerpo. No voy a dejarme vencer por un Sacrificio tan ...

De pronto el hombre se detuvo en seco, dejando que la lámpara se balanceara en su mano y apretando con tanta fuerza la empuñadura de su arma que sus nudillos se pusieron blancos. En el límite entre la luz generada por la vela y la oscuridad más allá de ésta se intuía una silueta humanoide. La criatura estaba agazapada, alimentándose de algo que había sido tratado con tal brutalidad que era imposible saber de qué se trataba. Sin embargo, con la criatura era fácil intuir que en algún tiempo fue humana, pero ahora parecía más un engendro grotesco gris como la ceniza. La criatura trató de protegerse de la luz, que hacía que su piel desprendiera finas volutas de humo cuando la tocaba. 



                                                          



El Sacrificio miró a la mujer, que asintió mientras dejaba en el suelo con sumo cuidado el cadáver que portaba, extendiéndolo cuidadosamente frente a ella. El hombre sonrió, dejando la lámpara entre él y su compañera y sujetando la espada con ambas manos, preparado para el combate. Su gesto era desafiante, decidido.

Aquella criatura marchita se puso en pie lentamente, dejando escapar una carcajada que helaba la sangre. La Luz de lámpara titiló, haciendo que el Sacrificio que enfrentaba a aquel ser flaqueara por primera vez desde que se embarcaron en aquella desagradable tarea. Aquella abominación llevaba consigo un enorme espadón, el cual arrastraba por el suelo mientras caminaba de forma errática hacia él. Al entrar en el radio de luz su carne empezó a agrietarse, rezumando un líquido negro y espeso. Su rostro mostraba una sonrisa diabólica y una mirada que desprendía una locura intensa y despreciable.

- Sé rápida... - dijo el Sacrificio a su compañera mientras se lanzaba contra aquella criatura blasfema. Le costaba creer que ese ser era un Sacrificio, como él. O que al menos que lo fue en algún momento. 

La mujer desgarró aún más el pecho herido del cadáver de la exploradora, dejando al descubierto su corazón. Ignorando el choque de espadas y la danza macabra orquestada por gritos y carcajadas que tenía lugar a su alrededor, colocó la punta de un cuchillo en la llama blanca y pura de la lámpara y a continuación escribió con el arma un nombre en el órgano sin vida de la muchacha. Tras ésto comenzó a susurrar una letanía lenta y armoniosa, y, de forma casi imperceptible, el corazón comenzó a dilatarse y contraerse en la cavidad torácica del cadáver.

El Sacrificio y su rival se enfrentaban en una batalla sin ninguna elegancia. Ambos trataban de matarse el uno al otro de la forma más rápida y sucia posible, sin compasión ni tiempo para demostrar su gracia en el manejo de la espada. La criatura corrupta se movía como un animal más que como un guerrero, alternando movimientos rápidos y sin ritmo, con acrobacias arriesgadas y desmedidas, sin mostrar ninguna preocupación por su propia integridad física, como si lo único que importase fuese hacer sangrar a su enemigo. Luchaba arrastrando el arma y alzándola acompañando sus extravagantes movimientos para asestar golpes brutales e imprevisibles. El Sacrificio que se enfrentaba a ella aguantaba por pura voluntad, notando como sus músculos ardían ante cada embestida, ayudado por la luz de la llama que debilitaba a su contrincante.
Por suerte, todo terminó de un modo fugaz y repentino, y durante el aluvión de ataques ambos recibieron heridas mortales. Por suerte para el corpulento Sacrificio su llama aún era pura e intensa, y pudo recurrir a ella para sanar sus heridas antes de que fueran definitivamente fatales. Su contrincante, sin embargo, cayó al suelo con el vientre atravesado y un brazo seccionado a la altura del codo.
La criatura trató de recurrir a la Oscuridad que se había cobijado en su interior para sanarse, ya que su llama, consumida por ésta, carecía del poder necesario para hacerlo. Por desgracia para él, la llama que emitía la lámpara con aquella luz tan pura impedía que lo hiciese. Se arrastró con desesperación hacia ella, a pesar del dolor que le causaba su cercanía, con la única intención de apagarla. A pesar de notar como la muerte arrancaba de su cuerpo las últimas gotas de vida que le quedaban, no perdió su sonrisa, y una carcajada espasmódica lo acompañaba en su agonía. Su sufrimiento terminó pronto, cuando el martillo de la mujer aplastó su cráneo.

- Terminaría recuperándose de una herida como esa, la Oscuridad resiste mucho más que la Luz. Descansa. Has hecho un buen trabajo - le dijo a su compañero mientras las heridas de éste cicatrizaban, dejando en su lugar unas desagradables quemaduras. El hombre había perdido un ojo. Sería un buen recordatorio de que la Llama no lo sana todo, y de que hacer arder el fuego de sus almas tiene un precio que a veces no puede repararse.

- Espero que haya merecido la pena. Ya no era... - el hombre no terminó la frase al ver la expresión de pena y dolor de su compañera. Se apartó de ella para dejarle intimidad y se dedicó a limpiar el arma.

La mujer se arrodilló junto al cadáver de la criatura. Apenas reconocía a la persona que había venido a buscar en aquella cosa marchita y gris. Tan solo deseaba que no fuese demasiado tarde, y que no la odiara por lo que iba a hacer.
Susurró unas palabras y liberó su Llama, que actuó rápidamente sobre la corrupción de su viejo amigo ahora caído. El cadáver del viejo Sacrificio comenzó a arder con gran intensidad, impregnándolo todo con el olor de la carne quemada. Pronto no quedaron más que huesos y cenizas. Recogió las cenizas y las llevó hasta el cuerpo de la exploradora, el cual había estado preparando durante la batalla. Vertió con sumo cuidado las cenizas sobre el corazón que aún continuaba con el lento latido que ella había despertado, y el nombre que había escrito brilló con el fulgor del fuego.

La llama de la lámpara se debilitó, y un viento frío y cortante se alzó a su alrededor. Ambos Sacrificios sintieron aquella extraña presencia, y escucharon letanías y palabras incomprensibles que acompañaban el juego de sombras que tenía lugar en la escena. La luz iba y venía, haciendo que las sombras creadas por ésta danzaran y crearan figuras incomprensibles y extrañas. "La Oscuridad que Susurra ha acudido", se dijo para sí misma. En otro tiempo habría sentido alegría y confianza por ello, pero ahora su cuerpo reaccionó llevando la punta de sus dedos a sus armas, para darse seguridad.
 
La herida se cerró, y con una gran exhalación la exploradora se levantó, abriendo los ojos, a la vez que la luz volvía a intensificarse y el viento helado desaparecían. La joven exploradora comenzó a respirar de forma agitada, mirando a su alrededor.
La Sacrificio se agachó a su lado, rodeándola entre sus brazos.

- Tranquilo... Tranquila, ya estás aquí. Has estado perdido en la Oscuridad, pero hemos conseguido arrancarte de sus brazos.

La exploradora miró a la mujer de forma confusa, y entonces sonrió de forma amarga, contemplando su propio cuerpo como si fuese la primera vez que lo veía.

- Una chica tan joven... ¿Quién era?

- No lo sé. Su tribu quería que se olvidara su nombre - le respondió la mujer mientras cogía el enorme espadón que había usado la criatura, entregándoselo a la exploradora -. No creo que este cuerpo tenga fuerza para manejar ésto, tendrás que entrenarlo, o cambiar de arma. Venga, vámonos, cerca hay un asentamiento que nos acogerá gustoso - vuelve su mirada a su compañero, el cual se había alejado unos metros -. Su Llama Eterna os ayudará a recuperaros. 

- ¿Merecía la pena su muerte? - pronunció con cierta tristeza la exploradora.

- La vida de un Sacrificio vale mucho más que la de un humano. No lo olvides - le recriminó el Sacrificio acercándose finalmente a ellos y envainando su arma tras haberla limpiado de forma concienzuda.

- Y yo te recuerdo que no tenemos vida. Solo existimos para morir ...
- Hablando de muerte. Casi me matas, joder - resopló el corpulento Sacrificio cogiendo la lámpara del suelo.

- Lo siento... Apenas recuerdo nada. Yo solo... estoy confundido.

- Confundida - le corrige el Sacrificio.

- No te esfuerces. Te advertí pero me ignoraste, no por primera vez. Habías sido tocado por la Oscuridad demasiadas veces, necesitabas renacer para purgarte, ese cuerpo estaba demasiado contaminado - le reemprendió la mujer mientras la ayudaba a ponerse en pie.

- Lo sé pero... Había recordado tantas cosas... Cosas del mundo bajo el Sol, de la vida bajo el cielo. Y cada vez era más fácil recordar... Y ese poder, era tan... fácil de acceder a él, tan inmenso y aterrador. Era justo lo que necesitamos para liberarnos, para salvar a la humanidad.

- Tal vez, pero fuiste demasiado lejos y te perdiste a ti misma - dándose cuenta de su tono duro y hostil, suspiró mientras besaba a la "exploradora" -. Lo siento, estoy cansada, he consumido parte de mi Llama para traerte de vuelta. Solo quiero que sepas que te entiendo... He pasado por eso. Ahora las dos estamos tocadas por la oOcuridad - sabía que él... ella, no volvería a ser la misma persona después de haber sido consumida casi del todo. Aún tenía esperanza, pues si la joven Ascua había podido vencerle era porque parte de él aún se resistía.
Habían tenido suerte al poder recuperar su nombre, pero arrastraría aquella mancha consigo para siempre, y ya nunca podría borrarla. Continuaría creciendo, hasta que ya nadie podría hacer nada por detenerla.

- No nos queda mucho tiempo antes de que nuestro nombre resuene en los ecos...

Con una sonrisa triste, los tres Sacrificios regresaron sobre sus pasos.

Solo había sido una pequeña victoria frente a la Oscuridad... Una chispa de esperanza ciega.

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